Para muchos empresarios, dirigir una empresa no es solo un acto de gestión, sino un ejercicio de creatividad. La empresa, en su esencia más profunda, se convierte en una obra de arte. Así como el pintor da vida a un lienzo en blanco o el compositor transforma el silencio en melodía, el empresario da forma a una organización viva, con alma y propósito.
Pedro Nueno lo explica muy bien en su libro Emprendiendo hacia el 2010, donde plantea que, en los programas de Alta Dirección, al analizar casos de empresas no se busca una única solución, sino que se invita a los participantes a interpretar la situación desde su experiencia y sensibilidad. Cada directivo acaba proyectando su visión personal, su obra. Así es como se construye también una empresa: como una creación única e irrepetible.
El paralelismo entre Arte y Empresa
¿En qué se parecen el arte y la gestión empresarial? En una palabra: EMOCIÓN.
Tanto el artista como el empresario necesitan emoción para crear. Sin ella, no hay alma, no hay conexión. Y es aquí donde entra el llamado efecto Pigmalión. Según la mitología clásica, Pigmalión fue un escultor que, tras crear una estatua de una mujer perfecta, se enamoró profundamente de su obra. Tal fue la intensidad de su amor que la diosa Venus le concedió vida a la escultura. La creación superó al creador.
En el contexto empresarial, esto sucede cuando un empresario se apasiona tanto por su proyecto que logra inspirar a su entorno y dotar a su empresa de una identidad propia. La organización crece, vibra, y llega un momento en el que cobra vida más allá del propio emprendedor. Como la estatua de Pigmalión, la empresa se transforma en algo real, autónomo y poderoso. Es entonces cuando la obra está terminada.
Justicia y Evolución: dos ingredientes adicionales
A esta visión artística de la empresa, podemos añadir dos elementos fundamentales: la justicia y la evolución.
La justicia, o como la llamaba Giacometti, “la búsqueda de la verdad”, es esencial para dar solidez ética a la creación. Una empresa que emociona pero no es justa, acaba perdiendo su autenticidad. La justicia se manifiesta en decisiones responsables, en el trato humano, en la transparencia con los empleados, clientes y proveedores.
Y por último, la evolución. El verdadero artista, como el buen empresario, huye de la monotonía. Busca siempre una nueva fuente de inspiración. Así como Picasso pasó de la época azul a la rosa, un emprendedor inquieto es capaz de cerrar un ciclo y abrir otro, reinventarse, crear nuevas empresas, nuevos modelos, nuevas emociones.
Conclusión: Cuando la Empresa supera al Empresario
Cuando una empresa logra emocionar, ser justa y evolucionar, llega un punto mágico: supera al propio empresario. Se convierte en una entidad viva, con identidad y fuerza propia. Es entonces cuando, como Pigmalión, el creador puede contemplar su obra y decir: “ya es una realidad”.
Miquel Costa Planas
President & CEO
Foro Capital Pymes / Keiretsu Forum Spain
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